martes, 6 de julio de 2010

A mis pies


A veces tengo tantas ganas de escribir, que hasta los dedos de los pies quieren tomar protagonismo y lo único que hacen es hacerme huir, salir corriendo de cualquier coyuntura, hacerme saltar, bajar, hundir, precipitar, parpadear.
Entonces les grito así no vale!! Quédense quietos!! NO, ven que no me concentro!!
Así se calman unos instantes. Al rato otra vez desafían el impulso, y no hago más que contar 3, que ya están rondando algún terreno por explorar, no importa si es horizontal o vertical, ellos se creen y quieren ser protagonista, a riesgo de olvidar a todo el cuerpo. Ahora bien, tendrán la culpa ellos? Si, los pies? O Estaré a tres mil pies de altura? O tendré el cerebro en los pies? Deje pasar 2 taxis y un colectivo, ellos no pueden esperar, se sienten lanzados a quien sabe qué futuro, el cual desconozco. Así lanzados en ojotas, zapatillas, o botas! Este equilibrio tan inestable entre los pies y el resto del cuerpo me hace dudar. Donde esta mi cuerpo? Donde los pies? Qué es lo que existe primero? Mientras algo, en esa brecha de lucidez, me grita: Tenes que escribir! Es lo único que te queda!
Entonces respondo: así desde lo coloquial, desde las viseras de los pies versus el restante cuerpo, desde la disociación y las contradicciones. SI! Responde… entonces separo los pies como el arco del triunfo, balanceo la cabeza de un lado a otro, y pregunto: Nos ponemos de acuerdo? Ellos muy ávidos de calle responden, estamos elongando. Por lo tanto, ante dos que están de acuerdo, que no se quedan quietos, ni ante la presencia del calambre, ni del sueño. Que puedo decir, ampútenlos! No, me parece justo, desde estos instantes en que el escribir parece predominar, queridos pies: por favor prudencia, total corremos hacia los mismos lugares todos. Tenemos tiempo, agradecido el cuerpo y agradecida.